La causa por el joven que perdió un ojo por un disparo de la Policía en un operativo equivocado continúa sin detenidos
Hace dos años Ignacio Seijas perdió un ojo por un disparo con postas de goma de la Policía Bonaerense en un operativo policial equivocado y aun no hay detenidos por el hecho. Ocurrió en un allanamiento erróneo en su hogar y el único imputado por el episodio está en libertad.
Antes de eso estaba por terminar el secundario, practicaba boxeo y soñaba con tener un trabajo. Ahora está internado por segunda vez en un centro de rehabilitación por problemas de consumo y depresión.
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El subteniente Daniel Antonio David, el único imputado por el episodio, está en libertad y sigue activo como agente del Grupo de Apoyo Departamental (GAD) de la fuerza. Recientemente la Subsecretaría de Derechos Humanos del gobierno provincial se presentó como querellante en la causa, que se encuentra frenada.
La madre de Ignacio, Marina Candia, espera que a raíz de esta novedad “se muevan más las cosas”. El joven de 19 años por el momento no habla con los medios ni está en condiciones de afrontar las declaraciones en la causa judicial.
Cronología del hecho
El hecho ocurrió durante la mañana del 20 de junio de 2020 cuando agentes del GAD entraron a su casa ubicada en Rawson al 1800, Villa Albertina. Al rededor de las 8, rompiendo la puerta de entrada y despertando a los gritos y empujones a su madre, su hermana de un año, y su padrastro.
Se trataba de un allanamiento en búsqueda de electrodomésticos robados en una escuela del barrio. Pero lo terrible del caso es que la orden del operativo indicaba otro domicilio.
Ignacio estaba escuchando música en su habitación, separada de la casa por un pequeño patio en la parte de atrás. Al oír los ruidos se dirigió a abrir la puerta trasera de su madre con un cuchillo tramontina que usaba de picaporte, pero se encontró con el subteniente Daniel Antonio David, que sin mediar palabras le disparó en el rostro con postas de goma.
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Después alegaría que se sintió en peligro por el cuchillo en la mano de Ignacio. El joven quedó tendido en el piso y los demás agentes lo siguieron golpeando al grito de “chorro hijo de puta” y “negro de mierda”, según el relato de la familia.
Trasladaron a Ignacio al Hospital Gandulfo, había perdido el ojo y le quedaron perdigones dentro de la piel. El dolor era insoportable y por ese entonces tuvo que empezar a ingerir calmantes para soportarlo.
Respecto a la causa, el subteniente David está en libertad. Pasó 30 días preso en 2020 por “homicidio en grado de tentativa”, pero la difunta jueza Marisa Salvo dispuso su libertad al considerar que “el fiscal no ha podido acreditar” la hipótesis de “la existencia en el imputado de dolo de muerte en el momento del hecho”, debido a que usó un arma con postas de goma.
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Mientras tanto el juicio no puede avanzar hasta que la Justicia disponga un nuevo juez o jueza a cargo e Ignacio esté en condiciones de prestar declaración. “Nunca pudo asimilarlo, mucho menos ir a declarar, se descomponía”, dice Marina, su mamá, sobre el estupor que le genera al joven recordar aquella escena.
Hace veinte días la Subsecretaría de Derechos Humanos del Gobierno de la Provincia de Buenos Aires se presentó como querellante en favor de la víctima, y la familia espera que signifique un avance en la causa. Ignacio no sabe de esta novedad. Aún no se la comunicaron. Dan prioridad a su recuperación física y mental.
Dos años muy difíciles
A partir de este traumático suceso, todo se volvió muy difícil en la vida de Ignacio y su familia. En 2021 por problemas de depresión y consumo estuvo internado un mes en un centro psiquiátrico cubierto por la obra social de Marina.
Sin embargo salió en muy mal estado. “Se babeaba, salió muy dopado de ahí. Me rompió el corazón”, relata ella. “Tuvimos que hacer un trabajo muy grande para recuperarlo. Llevarlo a caminar al parque y acompañarlo todo el tiempo. Después lo atendió un psiquiatra del Municipio y nos dijo que ese lugar no era para Nacho.”
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Una vez que lograron colocarle una prótesis ocular su estado de ánimo y autoestima mejoraron notablemente, pero paradójicamente un nuevo inconveniente con la Policía Bonaerense volvió a dañar fuertemente su salud física y psicológica.
En una discusión con un vecino de su padre llevaron a Ignacio detenido, “sabiendo quién era”, cuenta Marina. Lo golpearon en la cabeza y dañaron parte de la prótesis. “Nacho quedó con mucho resentimiento, hacia la vida y principalmente hacía la Policía”, expresa Candia.
“Este año fue todavía más duro”, añade su madre. “Ignacio llegaba a casa y no sabíamos qué es lo que se estaba metiendo”, relata ella, que tenía que pasar noches junto a él porque no podía dormir, y todo el tiempo se lamentaba: “Mamá me arruinaron, mirá cómo me dejaron”.
Hace tres meses lograron internar nuevamente a Ignacio en un centro de rehabilitación privado, que es muy costoso para su familia, pero hubo avances que antes no habían sido posibles. “Él se encuentra más estable. Tiene recaídas siempre, pero está entendiendo que tiene que hacer el tratamiento. Se preocupa mucho por lo que nos cuesta a nosotros, aunque yo no quiero decirle cuánto es, para no preocuparlo demás”, detalla Marina.
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“Soy su columna, si yo me caigo se cae todo. No me puedo caer. Tengo de todo, mi salud, me tuvieron que intervenir hace dos meses del colon. Por lo nervios no doy más”, se sensibiliza Marina, que es fundamental en la vida de Ignacio. Trabaja como secretaria y se ocupa del cuidado de su hija de tres años junto a Nelson, su compañero, empleado municipal, quien ha estado presente todo este tiempo en la tarea de recuperar a Nacho. “Intentamos salir adelante como familia”, sostienen.
“Esperamos que salga restaurado. Que pueda reintegrarse a la sociedad, que pueda trabajar, estudiar y que siga con su vida”, anhela Marina, y también agradece a les periodistas “porque siempre preguntan cómo está Nacho y están muy pendientes cada vez que necesito algo, como sacar una nota”. También agradece a quienes fueron “muy solidarios” en una campaña de ayuda financiera que realizaron el primer mes para costear la internación de Nacho. Actualmente cuenta que cesó este pedido de ayuda, a pesar de lo difícil que les resulta afrontar el gasto de aproximadamente 60 mil pesos por mes en la internación, en un cont-exto de crisis económica.