Día del Inmigrante en Argentina: Una reflexión sobre la identidad nacional y la realidad global
Cada 4 de septiembre, la República Argentina celebra el «Día del Inmigrante», una fecha que conmemora la disposición dictada por el Primer Triunvirato en 1812, que promovía la inmigración hacia el país. Desde entonces, Argentina forjó su identidad como una nación de migrantes. Valorando y capitalizando así, las diversas identidades de aquellos que eligieron y eligen hacer de esta tierra su hogar.
Este espíritu de acogida se plasmó de manera significativa en la Ley Nacional de Migraciones sancionada en 2003. Esta legislación reconoce el derecho humano a migrar y promueve la inclusión plena de las personas migrantes. También garantiza igualdad de trato y acceso a servicios esenciales como la salud, la educación, la justicia, el trabajo y la seguridad social. Además, establece que los migrantes, al igual que todos los ciudadanos, deben cumplir con sus obligaciones en el país.
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Sin embargo, este enfoque inclusivo no se comparte de manera uniforme en el ámbito global. En muchos lugares del mundo, a los migrantes se los trata como sujetos sin derechos, enfrentando barreras para acceder a trabajos formales, servicios de salud y educación. En diversas naciones, la política migratoria se centra en erigir muros y obstáculos que dificultan la entrada y permanencia de los migrantes. Esto ha llevado a una escalada en la pérdida de vidas de quienes intentan cruzar fronteras internacionales. Las redes de tráfico y trata de personas, a su vez, se aprovechan de la vulnerabilidad de estos individuos.
Vivimos en un mundo globalizado donde las migraciones son una realidad intrínseca a nuestras sociedades. Todos los países, sin excepción, están inmersos en la cuestión migratoria. Este hecho se refleja en el debate que los países miembros de las Naciones Unidas sostuvieron durante más de 18 meses en torno al Pacto Mundial para una Migración Segura, Ordenada y Regular.
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El borrador final de este pacto subraya la obligación de respetar, proteger y garantizar los derechos humanos de los migrantes, independientemente de su estatus migratorio. Este acuerdo, centrado en las personas, busca promover el bienestar tanto de los migrantes como de las comunidades de origen, tránsito y destino. Además, refuerza la cooperación internacional para asegurar que la migración beneficie a todas las partes involucradas. Esto se alinea con la Agenda 2030 y su principio de «no dejar a nadie atrás», incluyendo a las personas migrantes.
La necesidad de que todos los países traduzcan estos principios en sus políticas migratorias nacionales es imperiosa. Compartir la responsabilidad de recibir, acoger e incluir a todas las personas migrantes es un desafío global que requiere una acción concertada.
Como lo expresó William Lacy Swing, Director General de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), la migración no es un problema, sino una realidad humana que debe ser gestionada con el respeto a los derechos humanos como principio fundamental. Reconocer que los migrantes aportan prosperidad, innovación y desarrollo sostenible a nuestras comunidades es clave para construir un mundo más justo y equitativo.