Un operativo de la Unidad Antibombas se desplegó por una falsa amenaza de bomba en la estación Plaza Constitución
Ayer un llamado al 911 por una amenaza de bomba sacudió la rutina de la estación de trenes de Constitución. La denuncia era directa, tajante: en el hall, donde convergen miles de pasajeros diarios, habría explosivos. El eco de la amenaza bastó para activar el protocolo de emergencia y, en minutos, agentes de la Policía Federal comenzaron a desplegarse como piezas de ajedrez en un tablero urbano que ya nadie consideraba inofensivo.
La Unidad Antibombas llegó con paso firme y silencioso. En el centro del operativo, una mochila negra, abandonada en un rincón del hall, se convirtió en el núcleo de todas las miradas y temores. Mientras los agentes la inspeccionaban, los trenes de la línea Roca y los vagones del subte C seguían su ritmo mecánico, como si ignoraran el vértigo latente de la sospecha. «No se interrumpieron los servicios», informaron más tarde desde Trenes Argentinos, subrayando la eficacia del dispositivo y la cautela del operativo.
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Minutos después, la tensión se disipó tan rápido como había llegado: no había bomba. Lo confirmó el escuadrón tras revisar el contenido de la mochila. Falsa alarma. Un suspiro colectivo recorrió la estación mientras los policías comenzaban a retirarse. La vida, de nuevo, se reanudaba con su caótico compás habitual.
Pero el episodio no fue un hecho aislado. Apenas horas antes, en Recoleta, otro sobresalto había tenido lugar: un hombre exigió alojarse en la suite presidencial del Hotel Alvear y, ante la negativa, amenazó con volar el edificio. Alegó que tenía cuatro kilos de explosivos en su camioneta y un detonador oculto en un libro. El escenario era otro, pero la escena tenía los mismos ingredientes: miedo, sospecha y una amenaza que también terminaría siendo infundada.
El hombre, domiciliado en San Miguel, fue reducido y se le inició una causa por intimidación pública. La inspección de la camioneta, negra como la mochila en Constitución, tampoco reveló explosivos.
Dos amenazas en un solo día. Dos sustos que pusieron a prueba los reflejos de las fuerzas de seguridad y la resistencia de una ciudad habituada a moverse entre el sobresalto y la resignación.