La lucha de los vecinos de Barrio Tongui es cada vez peor: exigen medidores de luz y servicios básicos
La comunidad del Barrio 17 de Noviembre (ex Campo Tongui) continúa su lucha por el suministro eléctrico. Piden medidores de luz y agua potable, gas natural y escrituras para pagar lo que corresponde y vivir dignamente. Los residentes buscan soluciones duraderas y el compromiso tanto de EDESUR como del municipio.
Claudia Silvero, una vecina de 45 años que vivió en el barrio desde su creación hace 15 años, comparte su experiencia. «Estamos cansados con el problema de la luz. Ni EDESUR ni el municipio se hacen cargo de nosotros», declara Silvero. Como empleada doméstica y madre de tres hijos, su preocupación es compartida por muchas familias que enfrentan dificultades diarias debido a la falta de servicio.
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El Barrio 17 de Noviembre, anteriormente conocido como Campo Tongui, surgió de una toma de tierras que posteriormente fueron expropiadas y asignadas a los ocupantes durante el mandato de Néstor Kirchner. Sin embargo, a pesar de ciertos avances como la pavimentación y la presencia de líneas de colectivos, el barrio sigue siendo un «problema irresuelto».
«Tenemos asfalto, tenemos dos líneas de colectivos, tenemos un montón de cosas, hasta servicio de wifi y cable, pero el problema de la luz es igual que el primer día, un desastre», explica Silvero. La comunidad reclama que el municipio y el Catastro deben trabajar en conjunto para regularizar la situación de los terrenos y cumplir con los requisitos de EDESUR para la instalación de medidores.
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El barrio carece de nombres de calles y numeraciones, lo que complica aún más la situación. «Es como que somos un pueblo perdido», dice Claudia. La comunidad está dispuesta a pagar por los servicios, pero necesita el apoyo gubernamental para obtener las escrituras y los registros oficiales necesarios.
Silvero también critica las exigencias de EDESUR, destacando que en otras áreas de Ingeniero Budge, las familias tienen medidores y pagan su factura, sin tener escrituras completas. «No podemos estar viviendo en el 2024 una situación así con toda la tecnología que hay», concluye.
Días sin Luz: Una Realidad Angustiante para los Vecinos
La situación se agrava cuando varios vecinos de diferentes barrios se vieron afectados por cortes de luz prolongados. En algunos casos, las familias estuvieron hasta una semana sin suministro eléctrico. Claudia narra su experiencia reciente con una mezcla de cansancio y desesperación.
«Hoy amanecí con luz porque anoche estuve en Edesur, de las nueve de la noche hasta las dos de la mañana, haciendo guardia hasta que saliera la cuadrilla para el barrio». Con un grupo de vecinos, reclamaron en Francisco Portela al 200, en la puerta de uno de los depósitos donde la empresa guarda sus vehículos. «Salió a la una de la mañana y hasta las dos estuvimos porque vinimos de la calle Portela hasta el barrio».
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«Tenemos que llamar a una cuadrilla nuevamente para que vengan a arreglar ese transformador, ellos vinieron y tocaron con un palito y volvió la luz y no es así. Tienen que venir a repararlo o cambiarlo porque pierde aceite, porque se queman los fusibles, las cajas, hay un aparato especial que se quemó y que lo tienen que cambiar», explica Silvero.
El día a día sin luz
La preocupación aumenta con la perspectiva de semanas lluviosas, que pueden empeorar la situación. «Me voy a trabajar sin luz, vuelvo sin luz, los chicos se enferman, yo tengo tres chicos, uno de tres y uno de cinco que están con tos de perros, tos seca. No los puedo nebulizar. Los tengo que llevar a lo de mi vieja, nebulizarlos, después los saco al frío de nuevo, es lo mismo que nada. Ellos están con medicación, con el PAF, yo soy insulina dependiente, hay chicos con autismo, es un desastre, la verdad un desastre lo que padecemos en el barrio».
Silvero, agradecida por tener a su madre cerca, reconoce que no todos los vecinos tienen la misma suerte. «Gracias a Dios, tengo a mi mamá que vive a dos cuadras de mi casa y tengo la insulina ahí. Y ella siempre tiene luz, porque ella es del lado de Budge. Estos últimos tiempos, igualmente, estuvo con baja tensión. Como todo Cuartel Noveno, Villa Albertina, Villa Centenario, Budge, Fiorito, hubo bastante problema la semana pasada. Voy y vengo con las bolsas, con los chicos. Ahí cargo los celulares, cargo la luz de emergencias. Pero no es vida, es agotador, cansador, frustrante».
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El desgaste emocional y físico es evidente. «El sábado me largué a llorar, ya no aguantaba más», confiesa Silvero. La rutina diaria se vuelve insostenible, especialmente para quienes trabajan largas horas. «Yo trabajo, me voy a las nueve de la mañana y vuelvo a las siete, ocho de la noche, sin luz. Decir que tengo a mi marido que gracias a Dios me ayuda un montón, él llega más temprano del trabajo, como puede en la oscuridad cocina, hace las compras, atiende a los chicos. Es muy frustrante la verdad, tanto para mí como para él, para mis hijos».