La Casa Carlos Fuentealba necesita la ayuda de toda la comunidad para poder comenzar de nuevo en un nuevo espacio
El emblemático espacio cultural Casa Carlos Fuentealba, reconocido por su importante labor social, artística y comunitaria, se encuentra en una situación crítica después de que parte de su edificio en Llavallol colapsara. Ante los daños sufridos, este centro cultural se ve obligado a iniciar la búsqueda de un nuevo espacio para continuar con su valiosa labor.
Primero, charlamos con Leo y nos contó un poco sobre la historia de este espacio cultural. La Casa Carlos Fuentealba tiene aproximadamente 14 años y está ubicado en Aristóbulo del Valle 176, Llavallol, desde hace 10 años. “Yo soy parte del espacio hace 10 años también, desde que está ahí en Llavallol”.
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“Es un espacio cultural, tiene distintas aristas. Se desarrollan cuestiones ligadas a lo artístico, a lo político, a lo literario. Cuestiones vinculadas a lo ecológico. Hay actividades como que viene un escritor a presentar un libro, se viene a dar charlas, tocan bandas, hay teatro, hay talleres para jóvenes, etc”.
La casa, lleva ese nombre en honor al docente asesinado en Neuquén, en 2007. Recibió un disparo de una granada de gas lacrimógeno, que impactó en la cabeza a corta distancia, mientras participaba en una manifestación contra la precarización laboral docente.
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Actualmente, se encuentra ubicado en Aristóbulo del Valle 176, enfrente de la estación de Llavallol, al lado de lo que era el viejo Hotel Llavallol. Un hotel histórico en donde, entre otras cosas, dicen que estuvo Einstein, que se quedó un tiempo ahí, porque estamos muy cerquita de la reserva, Santa Catalina. Ese era un hotel histórico que fue abandonado, quedó en desuso”.
¿Por qué deben abandonar el lugar?
Este hotel abandonado fue el punto de “quiebre”, literalmente hablando. El edificio, las zonas aledañas y la vereda, también habría quedaron abandonadas, a pesar de estar a cargo de una inmobiliaria. “Nunca fueron capaces de hacerse del todo cargo de la situación, con prolijidad respeto”.
De esta manera, resolvieron demoler el edificio con una retroexcabadora y allí comenzó el conflicto. “No hubo un plano de demolición, tampoco hubo escribanos que autoricen ni estén verificando que la demolición se esté haciendo de manera correcta. Cuando se hace una demolición, el escribano conjuntamente con un arquitecto con un ingeniero lo que hace es ir a las casas lindantes y hacen un documento en donde observan que las cosas estén en condiciones”.
La demolición del Hotel Llavallol produjo grandes problemas en el espacio cultural. “Hizo un agujero de más o menos un metro y medio, por un metro y medio, en una de nuestras paredes y perjudicó de manera estructural todo nuestro espacio. Empezaron a aparecer rajaduras y demás, eso lo verificamos con mi papá que es arquitecto”.
De esta manera, comenzaron los reclamos a la inmobiliaria y a los dueños del espacio, ya que por contrato, debería hacerse cargo de las roturas. Cosa que no pasó. Lamentablemente, se ven obligados a abandonar el lugar y buscar un nuevo espacio donde instalarse.
Tiempo de cambios y solidaridad
Cuando comenzaron a consultar otros espacios en alquiler, se dieron cuenta que los costos son muy elevados y que al tener el espacio cerrado, sin actividades, sería imposible recaudar el dinero. Cuando aún permanecía activos, varias de las actividades permitían recaudar el dinero suficiente para mantener el espacio. Ahora esto, se ve como una gran limitación.
“La casa siempre se financió con actividades, actividades culturales, actividades nocturnas. Es decir, tocaban bandas, venían elencos de teatro, teníamos una barra en donde vendíamos bebida, comida y demás. Sin ese ingreso de dinero se nos hace muy complicado, adquirir concretamente dinero para encarar una mudanza”.
En el nuevo espacio que pretenden alquilar, el valor por mes es $150.000, sumado el depósito, los gastos de remodelación y mudanza, calculan un valor total de $2.000.000. Por este motivo, realizaron algunas actividades al aire libre para recaudar fondos y lanzaron una campaña por medio de sus cuentas de Facebook e Instagram, en donde pueden aportar plata o donar un “cafecito”.