A 21 años del asesinato de su hijo remisero y que aún no tiene justicia el hecho que nunca pudieron esclarecer ni hallar culpables
Ella es Adriana Rodríguez, es ama de casa y jubilada. Este año se cumplen 21 años sin justicia por el asesinato de su hijo, Rolando Gastón Aguilera, en 2001. Su hijo estaba a días de cumplir 27 años, era su último día como remisero, cuando lo asesinaron en un hecho generó muchas dudas pero jamás se esclareció.
«Rolo» como lo llamaban, tenía 26 años, trabajaba como remisero y era masajista terapéutico. Era el hijo mayor de 5 hermanos, estaba casado y tenía una hija de apenas 5 años. El 11 de marzo de 2001, era su ultimo día trabajando como remisero, «porque su padre que era policía había fallecido y él quedaba en su lugar. Salio de su casa y jamás volvió».
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Todo comenzó aquella madrugada alrededor de las 3 hs, cuando una pasajera solicitó el servicio. «Le tocaba a otro compañero, él estaba durmiendo porque pobre trabajaba casi las 24 horas, y lo despiertan para que haga ese viaje“.
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Rolo transportó a la pasajera en su Chevrolet Corsa hasta la calle Benito Pérez Galdos 156, localidad de Villa Centenario. Cuando la pasajera termina de pagar y estaba bajando, tres delincuentes los rodean y se suben al auto.
En ese momento se desata una balacera contra el auto. «Rolo recibe un tiro que queda alojado en la costilla y trata de agacharse. Pero otro tiro penetra por la cuneta del auto le pega en el cabezal de su asiento y le hace una fisura en el corazón y el pulmón».
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Un hecho que tuvo como única testigo a la pasajera, hace que Adriana desconfíe. «Le arrojaron 14 tiros al auto y la pasajera salió ilesa». Pero eso no fue todo.
«En ese momento no había celulares modernos como ahora, ni el 911, sino que había que llamar a la comisaría. Según contó la pasajera, ella intentó llamar a la comisaría pero no encontraba el teléfono y fue a buscar a un tío… Bueno fue todo una pérdida de tiempo terrible».
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Y continuó relatando: «Una vecina, que también tenia un nieto remisero que también llegaba a esa hora de trabajar, al sentir la balacera, se asoma por su ventana. Pensó que le estaba pasando a su nieto». Al llegar la policía, Rolo se encontraba mal herido y no sabían si se trataba de un delincuente.
Por su parte, «la pasajera ya se había ido del lugar del hecho, no se quedó a declarar nada. La policía llama al SAME, el SAME no viene, entonces viene la morgue. Mi hijo caminó 14 pasos, cae en la vereda y se ahoga con su propia sangre».
«Mi hijo se hubiera salvado, si lo hubiesen asistido en tiempo y forma»
Posteriormente al hecho, Adriana reclama, «la justicia no me dio ningún apoyo psicológico, ni para mi ni para mis hijos que eran todos chicos». «Estaba casado y tenía una hijita que iba a cumplir 5 años buen muchacho muy trabajador, amaba a su familia con locura».
En este sentido, Adriana relata que 3 meses antes fallece su madre, de un cáncer terminal y «a los tres meses me pasa esta desgracia con él». «Yo seguía muy consternada con todo lo que me habia pasado anteriormente, yo no lo podía creer».
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El tiempo comenzó a pasar y la causa no avanzaba, no había detenidos, ni siquiera se exclareció realmente lo que pasó esa madrugada. «Fui por pedido de justicia por todos lados y golpeé muchas puertas pero a mi nunca se me escuchó».
«La última vez que yo fui a los tribunales de lomas la fiscal Viviana Giorgi me dijo ‘Mire señora ya no va a haber justicia para tu hijo. Porque si el que lo mató no dice -yo maté a Rolando Aguilera- yo no lo puedo poner preso. Si entra muerto yo no me voy a enterar, si entra vivo si, porque tenemos las huellas digitales». 21 años después no hay detenidos.
«No tuvo justicia porque la justicia no quiso hacer justicia»
En ese momento intervino la Comisaría 7° de Villa Centenario, a cargo del oficial Mendoza. A Adriana nunca la asesoraron ni le declararon los derechos de su hijo. «No sabía que podía tener acceso a un abogado gratuito, nunca me lo dijeron».
«Yo siempre pido justicia, justicia que no va a llegar nunca y veo que mis años se van acabando… que la vida se me va acabando. No es un caso cerrado, porque para mi sigue latente como el primer día».
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Como consecuencia de ese hecho, además de deja dos familias destruidas, desequilibró todo a su alrededor. Una de las hermanas de Rolo sufre esquizofrenia y tiene problemas con las drogas. Respecto a esto Adriana se lamenta, «no tengo ninguna ayuda».