En la sala del Tribunal Oral en lo Criminal N°4, el aire se volvió denso cuando los jueces pronunciaron la sentencia: nueve años y medio de prisión para el sacerdote Daniel Amado Martín Bustamante. A sus 47 años, el religioso quedaba marcado para siempre, no por su servicio a la comunidad, sino por el abuso sexual de una joven de 18 años que asistía a la parroquia Nuestra Señora de Fátima. El fallo confirmaba lo que la fiscalía había sostenido durante todo el juicio: los hechos ocurrieron en un contexto de abuso de poder y manipulación.
Entre la devoción y el abuso: la historia de una feligresa
El testimonio de la víctima fue desgarrador: en 2018, Bustamante se acercó a ella en la iglesia con una actitud de comprensión y apoyo. La joven, que atravesaba una situación de vulnerabilidad emocional, confió en el sacerdote. Lo que comenzó como una relación pastoral derivó en encuentros privados, donde el abuso se disfrazó de supuesta cercanía afectiva.
Durante el juicio, el acusado intentó justificar su accionar asegurando que existía una relación sentimental entre ambos. «Era como si me estuviera siguiendo. Venía todas las semanas, varias veces por semana», afirmó en su defensa. Sin embargo, los peritajes psicológicos y los testimonios de testigos desmontaron su versión y confirmaron que la joven fue víctima de una manipulación sistemática.

El rol del consentimiento y la relación de poder
Uno de los puntos clave del fallo fue la asimetría de poder. La psicóloga Liliana Rodríguez, integrante de la Red de Sobrevivientes de Abusos Eclesiásticos de Argentina, fue contundente en su análisis: «Jamás puede darse una situación de consentimiento cuando existe una relación de poder asimétrica». La defensa de Bustamante intentó instalar la idea de un vínculo amoroso, pero el tribunal determinó que los abusos fueron sistemáticos y sostenidos en el tiempo.
El fiscal Hugo Carrión, quien llevó adelante la acusación durante el juicio, había solicitado una pena de 18 años de prisión y la inhabilitación perpetua para ejercer el sacerdocio. Si bien el tribunal no concedió la pena máxima requerida, consideró que los elementos probatorios eran suficientes para dictar una condena ejemplar.
El eco de otras voces
Durante el juicio, siete mujeres testificaron y describieron situaciones similares a las vividas por la víctima. Algunas de ellas, que en su momento guardaron silencio por temor o vergüenza, se atrevieron a hablar tras conocer la denuncia. Estas declaraciones revelaron un patrón de conducta reiterado en distintas parroquias donde Bustamante había oficiado.
Además, en medio del proceso judicial, se radicó otra denuncia contra el sacerdote por abuso sexual simple hacia una menor que hoy es adulta. Este nuevo expediente quedó a cargo de la Unidad Funcional de Instrucción (UFI) 9 de Lomas de Zamora y podría derivar en nuevas imputaciones.
Un fallo que marca precedente
El caso de Bustamante reabre el debate sobre los abusos eclesiásticos en Argentina y la responsabilidad de la Iglesia en estos delitos. Si bien la institución no se pronunció públicamente sobre la condena, organizaciones de derechos humanos y agrupaciones de sobrevivientes celebraron el fallo como un avance en la lucha contra la impunidad.
Mientras tanto, la víctima intenta reconstruir su vida. Su testimonio, al igual que el de muchas otras mujeres que se atrevieron a hablar, demuestra que el silencio ya no es una opción. Y que, a pesar del dolor, la justicia puede llegar.