En medio de una escalada de violencia en Lanús, un trágico suceso ha sacudido a la comunidad: el asesinato a tiros del joven monaguillo Germán Zuccarelli y su tía Ana Russo, cuyos autores aún permanecen sin identificar. Este lamentable incidente se suma a una alarmante estadística de cuatro homicidios ocurridos en el municipio durante el primer mes del año.
El crimen de Zuccarelli y Russo ocurrió el pasado sábado en la calle General Pico, entre Eva Perón y General Guido, donde un individuo, desde un vehículo Volkswagen Cross Fox, abrió fuego sin mediar palabra. Zuccarelli falleció en el acto, mientras que Russo sucumbió a sus heridas horas después.
Las autoridades se encuentran desconcertadas respecto al móvil del crimen, descartando la hipótesis de un robo y sugiriendo la posibilidad de un error en el objetivo. Algunas versiones no oficiales insinúan una presunta denuncia de Zuccarelli contra bandas narcotraficantes locales, aunque no se ha corroborado esta información.
Fernando Cabrera, presidente de la Fundación Argentina Segura, expresó: «Era una persona muy querida, las personas que iban a la parroquia lo conocen todos, la gente lo quería mucho, solamente hablan bien de él».
Este trágico suceso se suma a una preocupante tendencia de violencia en Lanús, donde los asesinatos han cobrado la vida de otras dos personas en circunstancias de robo, además del crimen de Maximiliano Rojas, quien fue atacado en un intento de robo de su motocicleta. En relación con estos eventos, Cabrera destacó el aumento de la reincidencia delictiva en menores de edad.
Inseguridad en Lanús
La inseguridad en Lanús se manifiesta principalmente a través de los robos de «motochorros», un delito que no cesa de crecer en la zona, con un promedio de dos casos por día. Cabrera señaló que muchas víctimas no denuncian por temor o consideran que es una pérdida de tiempo, aunque destacó mejoras en los recursos para agilizar los procedimientos judiciales.
Monte Chingolo y Valentín Alsina son las localidades más afectadas por esta ola de violencia, donde los robos han adquirido un carácter cada vez más violento, con consecuencias fatales en varios casos. Según Cabrera, este fenómeno refleja una cultura del «desprecio por la vida» entre los perpetradores de delitos en la zona.