El fútbol tiene una implicancia y una significación particular dentro de un contexto social. Podemos históricamente definir las maneras de ver fútbol, de sentirlo, de identificarse con los equipos y vibrar a través de los triunfos de ese grupo de personas que nos permite leer un funcionamiento social que se proyecta en el deporte.
A través del fútbol se hace presente la economía, la dimensión sociocultural, aspectos éticos, atravesamientos psicológicos y vinculares. En los modelos sociales actuales el objetivo es el éxito, ganarle al otro, llegar primero.
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Antes de hablar de fútbol específicamente, deberíamos pensar en el juego en equipo en general, tanto en su estructura como en su función. Como todos los juegos reglados, implican respetar acuerdos, tener en cuenta al otro, organizar la jugada en equipo y tolerar las frustraciones que implica la pérdida. Estas reglas deben ser aceptadas por todos, para generar de esta manera códigos implícitos y explícitos de comunicación, entre los jugadores, que serán la herramienta fundamental para poder lograr los objetivos.
Enrique Pichon Riviere fundador de la Psicología Social en Argentina entiende al equipo de fútbol, como un grupo. Esto se traduce como un conjunto de personas que se organizan y se proponen llevar a cabo una tarea y este es su objetivo. Esto es posible si entre ellos se construye un vínculo; si lo diferente de cada uno se integra y así componen un todo . Explorando en cada uno aptitudes y moldeando actitudes de todos los integrantes para que las conductas se orienten en servicio de aquella finalidad. “Las ventajas deportivas de unos se compensan con las del otro.”
Ningún niño debería atravesar el juego como una competencia, sino que en esta etapa evolutiva debería significar un espacio en donde aprender a vincularse, ensayar roles, construir conductas y hábitos.
Los adultos son quienes median en ese aprendizaje, lo acompañan, lo contienen y lo regulan. Se conoció una noticia en donde padres denunciaron la desvinculación de un niño de 10 años de un club barrial porque “no estaba a ritmo”.
Ese adulto al cual el niño respeta y deposita su confianza, en este caso el entrenador, al proceder con esta conducta expulsiva, discriminatoria y estigmatizante, le está enseñando a ese niño un modelo de posicionarse frente al otro , frente al conflicto y ante la vida. Es un modelo de aprendizaje basado en la inequidad y el autoritarismo. Lo condiciona también frente a sus pares, quienes también creen en ese adulto y ponen en cuestión las capacidades de su compañero.
Podríamos plantearnos algunos interrogantes… ¿Cuál es el objetivo o la tarea que se propone un entrenador de un grupo de fútbol de niños?, ¿Que significa integrar o ser expulsado de un lugar de pertenencia para un niño?, ¿ Qué esperan los padres de esa actividad infantil?, ¿Qué pretenden los clubes que representan a esos niños?. Como sociedad debemos desarrollar una mirada crítica de la vida cotidiana, cuestionarnos, y poner en palabras estas situaciones con empatía y compromiso.
Lo que nos queda claro es que esto no es parte del juego. El bullying “no es un juego”.
Lorena Vinella
Psicóloga Social