La escena se repitió en distintos barrios del Área Metropolitana de Buenos Aires. Mesas armadas en patios, balcones abiertos para aprovechar la noche de Navidad, charlas largas después del brindis. Y de pronto, algo inesperado: un insecto grande, oscuro, con aspecto de cucaracha pero claramente distinto, que aparecía de la nada. Algunos caminaban torpes por el piso. Otros, directamente, volaban hacia la luz. El sobresalto fue general.
En grupos de vecinos y redes sociales empezó la misma pregunta: ¿qué son estos bichos?, ¿pican?, ¿por qué están acá justo ahora?
Lo que muchos vieron en balcones, veredas y hasta alrededor de parrillas bien entrada la noche no fue una invasión urbana de cucarachas. Fueron las chinches de agua, miembros de la familia Belostomatidae, insectos acuáticos de gran tamaño conocidos también en inglés como giant water bugs o “toe-biters”.
¿De dónde salieron y por qué ahora?
Estos insectos están distribuidos en ambientes de agua dulce: lagunas, arroyos y charcos con vegetación. La combinación climática de este diciembre —lluvias, alta humedad y noches cálidas— facilitó lo que los expertos llaman un desplazamiento temporal: después de temporadas de lluvia y cambios en los niveles de agua, muchos adultos alados se levantan del agua y emprenden vuelo en busca de nuevos lugares. Es habitual que sean atraídos por luces artificiales, por eso terminaron “invadiendo” zonas urbanas en horas nocturnas.
No se trata de una especie nueva ni de un fenómeno nunca antes visto en Argentina; estos chinches siempre han formado parte de los ecosistemas acuáticos, pero pocas veces con presencia tan notoria en áreas densamente urbanizadas. Con condiciones meteorológicas normales, su protagonismo en la ciudad suele desaparecer.
¿Qué son exactamente y cómo viven?
Los chinches gigantes de agua son insectos acuáticos predadores de cuerpo aplanado y robusto, con patas delanteras fuertes adaptadas para capturar presas y patas traseras que funcionan como remos en el agua. Algunas especies pueden superar los 10–12 centímetros de longitud, un tamaño que para muchos fue la primera señal de que “no era una cucaracha cualquiera”.
Su alimentación es tan variada como temible dentro de un ambiente acuático: se alimentan de otros insectos, pequeños peces, renacuajos y anfibios. Observaciones en diversas partes del mundo incluso registran capturas de presas tan grandes como aves acuáticas juveniles o serpientes pequeñas, aunque eso depende de la especie y el contexto ecológico.
¿Pican o representan un riesgo?
Una de las preguntas más repetidas fue si estos insectos “pican” y si son peligrosos. Técnicamente, pueden morder si se sienten amenazados o son manipulados, y su mordida puede ser dolorosa porque sus partes bucales están adaptadas para perforar y succionar.
Pero aquí está la clave: no son venenosos ni representan un riesgo serio para la salud pública. El dolor que pueden causar al morder a un humano es una defensa natural, no una agresión deliberada. La mayoría de las veces, estos encuentros se producen porque el insecto se ve acorralado o confundido fuera de su hábitat.
¿Qué papel cumplen en la naturaleza?
Lejos de ser una amenaza, los chinches de agua son parte de la maquinaria que mantiene el equilibrio en cuerpos de agua dulce. Su presencia ayuda a regular poblaciones de pequeños vertebrados e invertebrados, evitando que ciertas especies proliferen en exceso y afecten la salud del ecosistema.
Además, su ciclo de vida —que incluye varias mudas hasta llegar a la adultez y un comportamiento reproductivo interesante donde algunos machos cargan huevos en su dorso— forma parte de una historia natural que merece más atención que miedo.
¿Qué hacer si los ves en tu casa?
La recomendación general es sencilla: evitá el contacto directo y, si es necesario, ayudalo a regresar al agua con una pala o un recipiente, sin tocarlo con las manos desnudas. Estos insectos, aunque imponentes, no buscan a las personas y volverán a su hábitat natural cuando las condiciones ambientales se estabilicen.
Esta “plaga” navideña puede haber asustado a más de uno, pero en realidad es una visita temporal de criaturas fascinantes que recuerdan que la naturaleza sigue presente, incluso en medio del asfalto y las luces de nuestra ciudad.