Identificaron al adolescente hallado enterrado junto a la casa donde vivió Cerati: lo buscaban desde 1984
Más de cuatro décadas después de su desaparición, un adolescente fue identificado gracias al trabajo conjunto de peritos forenses y el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF). El hallazgo se produjo en mayo pasado, en una propiedad lindera a la vivienda que perteneció al músico Gustavo Cerati, en el barrio porteño de Coghlan.
El 20 de mayo, obreros que realizaban tareas en una obra situada sobre la avenida Congreso al 3700 encontraron restos humanos al desprenderse parte del terreno contiguo a la medianera. El cuerpo, enterrado en una fosa, estaba reducido a fragmentos óseos. Tras la notificación a la Comisaría Vecinal 12C, efectivos del Gabinete Científico de la Policía de la Ciudad se hicieron presentes en el lugar y realizaron las primeras diligencias periciales.
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Que hallaron en la casa
Según fuentes del caso, las tareas concluyeron cerca de las 20:20, con el levantamiento de seis sobres con material de interés forense.
Sobres N°1, N°2, N°3 Y N°5: contienen distribuidos la cantidad de 151 fragmentos de posibles restos óseos humanos. Entre ellos; aparentarían ser fragmentos de fémur, tibia, restos de calota (parte superior del cráneo), múltiples fragmentos de costillas, lo que se presume que sería un fragmento de hueso sacro, piezas dentales aisladas, mandíbula, fragmentos de escápula y clavícula.

Sobre Nº4: Una media conteniendo fragmentos de posibles restos óseos humanos.
Sobre Nº6
- Un fragmento de tela
- Fragmentos varios que se correspondían con partes constitutivas de un calzado.
- Un (01) fragmento metálico con inscripciones en idioma extranjero. Descubrieron que se trataría de una moneda de 5 yenes, de Japón.
- Una llave
- Un llavero de color naranja
- Un fragmento de reloj, con inscripción “Casio”
- Una etiqueta de prenda de vestir
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Estos elementos permitieron estimar que la muerte habría ocurrido entre las décadas del ’80 y ’90. El fiscal del caso, Martín López Perrando, solicitó entonces la intervención del EAAF para avanzar con la identificación.
Los análisis realizados en laboratorio determinaron que los restos correspondían a un varón de entre 15 y 19 años y presentaban lesiones: una herida cortopunzante en la zona de las costillas y cortes en el fémur izquierdo. Estas marcas podrían estar vinculadas con el momento del fallecimiento o con acciones posteriores.
A pesar de haber logrado extraer ADN, en un principio no se contaba con muestras para comparar. La situación cambió cuando un hombre, tras conocer la noticia, relacionó el hallazgo con la desaparición de su tío, ocurrida en 1984 en el barrio de Belgrano. Su familia se comunicó con las autoridades y la madre del joven accedió a aportar una muestra genética. El cotejo confirmó la identidad: se trataba de Diego, un adolescente de 16 años buscado por su familia desde hacía 41 años.
Un misterio que duró 41 años
Con la identidad del joven finalmente confirmada, comienzan a reconstruirse los últimos momentos conocidos de Diego, el adolescente de 16 años que desapareció en 1984 y cuyos restos fueron hallados este año en una propiedad contigua a la exvivienda de Gustavo Cerati, en Coghlan. La historia, que se mantuvo congelada durante más de cuatro décadas, vuelve ahora con nuevas preguntas y con una causa reabierta bajo otra carátula.
Según la denuncia que realizaron oportunamente sus padres, Diego vivía con su familia en Villa Urquiza y cursaba el secundario en la Escuela Nacional de Educación Técnica Nº36 del barrio de Saavedra. El 26 de julio de 1984, como cualquier otro día, había iniciado su jornada escolar con normalidad. Regresó a su casa a las 14:45, almorzó con su madre —su padre se encontraba trabajando y sus hermanos estaban en clase—, y luego salió a dar una vuelta en su moto. Volvió al rato, pero más tarde volvió a salir, sin precisar a dónde iba. “De improviso me comunicó que iba a la casa de un amigo y me pidió cambio para el colectivo. ‘Chau, hasta luego’, fueron sus últimas palabras”, recordó su madre.

«Jamás faltó»
Recién a las 20:30, al notar que no regresaba a merendar o a cenar, comenzó la preocupación. “Estábamos acostumbrados a su puntualidad, siempre estaba en casa a la hora de la merienda o la cena. Todo su tiempo era para el estudio y el fútbol, del que era fanático”, señaló la madre. Diego jugaba en las divisiones inferiores del club Excursionistas, que esta semana publicó un mensaje en redes expresando solidaridad con la familia tras conocerse el hallazgo. “Jamás faltó. Si iba a comer a la casa de su abuela que vive en Belgrano, llamaba para avisar apenas salía”, recordó el padre.
Esa misma noche, los padres se dirigieron a la comisaría 39 para hacer la denuncia, pero la respuesta que recibieron fue desalentadora. “Dijo que seguro estaba con alguna ‘mina’, que ya iba a volver”, declaró la madre. Al día siguiente, recurrieron a la División de Personas Desaparecidas.
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“Mi esposa estuvo siete días con sus noches parada en el balcón, sin comer, sin dormir, esperándolo. Nuestra vida es un vía crucis”, confesó el padre. Desde el primer momento, ambos descartaron una fuga voluntaria: “Él tenía unos dólares guardados y los dejó en el placard. Salió sin documentos, con la ropa del colegio. Si hubiera pensado irse, se habría llevado la motito”.
Frente a la falta de avances oficiales, la familia imprimió volantes con la foto de Diego y su descripción física —pantalón de jean, campera azul y botas marrones— y empapelaron las calles de Villa Urquiza y barrios cercanos.
Falsas alrmas
Sin embargo, lejos de generar resultados, comenzaron a recibir múltiples pistas falsas. “Una madrugada, a las seis de la mañana, una mujer nos llama para decirnos que había visto a un chico igual al nuestro durmiendo en un auto por Avenida La Plata”, contó la madre. Al llegar al lugar, descubrieron que era otro adolescente, que había olvidado las llaves de su casa.
Otro episodio ocurrió cuando una abogada que había estado en el Hospital Montes de Oca les aseguró haber visto a un joven que repetía constantemente “mamá” y el nombre de la madre de Diego. La familia viajó de inmediato, pero nuevamente se trató de una falsa alarma. La desesperación los llevó a recorrer morgues e incluso a consultar videntes, una práctica que, en aquellos años, se había vuelto frecuente en casos de desaparición.

La investigación oficial nunca avanzó. “No investigaron nunca, ni siquiera fueron al club o al colegio, nunca se interesaron por saber cómo era mi hijo”, declaró el padre en una entrevista con la revista Esto. “Al técnico de Excursionistas, que se ofreció voluntariamente a ser citado, no lo llamaron. Para ellos es un caso más. La policía dice que tienen tres mil casos iguales”. La causa fue caratulada como “fuga de hogar” y con el tiempo prescribió.
Hoy, tras el hallazgo del cuerpo y su identificación, la Fiscalía Nacional en lo Criminal y Correccional Nº61, a cargo de Martín López Perrando, investiga el caso bajo la carátula de “averiguación de delito”. Aunque no se descartan hipótesis, el proceso está en una etapa preliminar. Las lesiones halladas en los restos óseos —una herida cortopunzante en el tórax y cortes en el fémur— podrían aportar nuevas claves sobre lo ocurrido aquella tarde de invierno, hace ya más de 41 años.