Echaron a Dina, una cantante callejera, de la estación de Banfield: cuando mostrar arte molesta más que mostrar abandono
Durante dos años, la estación de trenes de Banfield tuvo una banda sonora especial: la voz de Dina Indarte. La joven cantante, madre soltera y con un talento indiscutido, se convirtió en un símbolo del lugar, también atrajo la atención por su participación en el programa de Guido Kaczka y otros espacios televisivos. Sin embargo, en las últimas horas, echaron a la cantante callejera de la estación.
Dina cantaba en el mismo rincón de la estación desde hace dos años y medio. Nunca tuvo problemas. Era conocida por los feriantes, por los vecinos, por los trabajadores del lugar. Se convirtió en parte del paisaje cotidiano, en un refugio artístico en medio del caos urbano.
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Sin embargo, recientemente, fue desalojada por orden “de más arriba”. ¿El motivo? No fue por disturbios, ni por quejas, ni por una ley que lo impidiera: fue porque su presencia, cada vez más viral en redes y medios, dejaba expuesto el lamentable estado de la estación. En lugar de aprovechar su arte para revitalizar el espacio, decidieron correrla. Literalmente.
Según el relato en el programa, la situación se tensó aún más cuando un equipo periodístico fue a entrevistarla. Durante la nota, se hizo presente la policía. No por un hecho delictivo, no por una denuncia: por estar filmando una entrevista a una artista callejera. Mientras los robos y los delitos continúan siendo moneda corriente en los trenes, la respuesta fue clara: es más fácil sacar a Dina que enfrentar el deterioro de la estación.
Dina no se detiene: el arte sigue en la plaza
Lejos de detenerse, Dina trasladó su show a la plaza frente a la estación, junto al mural de Sandro. Allí siguió cantando, con ayuda de vecinos que la acompañaron con equipos, afecto y difusión. La comunidad no solo la abraza, sino que incluso algunos ofrecieron pintar un mural en su honor. “Banfield es mi casa”, afirma Dina. “Si no me dejan cantar abajo, lo haré arriba”.

Actualmente, Dina está buscando alquilar una casa más cerca de la estación para poder seguir ofreciendo su arte en el lugar que siente propio. Su historia va más allá de una cantante callejera: es el símbolo de una estación descuidada, de decisiones injustas, de un Estado ausente que reacciona solo cuando hay cámaras. Pero también es un ejemplo de resiliencia, de comunidad y de arte como forma de resistencia.