¿Alguna vez te preguntaste de dónde vienen algunas palabras que usamos todos los días en Argentina?
Muchas veces, sin notarlo, usamos palabras con orígenes tan diversos como sorprendentes. “Bondi”, “pibe” o “chamuyar” son solo algunas de las tantas palabras que forman parte del habla cotidiana en el país, pero que nacieron hace más de un siglo en un contexto muy particular: el del lunfardo.
¿Qué es el lunfardo?
El lunfardo es un conjunto de términos y expresiones que surgieron en el área del Río de la Plata a fines del siglo XIX, principalmente en Buenos Aires y Montevideo, en un contexto marcado por la inmigración europea, el crecimiento urbano y las clases populares. Originalmente se lo vinculaba a los sectores marginales, y muchas de sus palabras estaban asociadas al hampa o a la jerga carcelaria. Sin embargo, con el tiempo, el lunfardo se difundió entre distintas capas sociales y se integró al habla común, especialmente a través del tango, el teatro y la literatura popular.
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A diferencia de lo que ocurre con otros dialectos o lenguas, el lunfardo no es un idioma independiente ni un sistema gramatical autónomo: es un vocabulario que se injerta en el castellano rioplatense, aportando color, ironía y cercanía.
Origen y evolución de algunas palabras lunfardas
A continuación, se detallan algunas palabras de uso frecuente en Argentina que provienen del lunfardo, con sus respectivos orígenes:
- Piola: En el lunfardo, se usaba para describir a alguien astuto, despierto o inteligente. Proviene del término “piolín”, una inversión del adjetivo “limpio”, usado en la jerga carcelaria para describir al delincuente que no tenía antecedentes.
- Pibe: Tiene raíces en el italiano “pivello” (novato) y en el genovés “pivetto”, que significa niño. La influencia de la inmigración italiana en el lunfardo es una de las más notorias.
- Chamuyar: Viene del verbo “chamullar”, que en la jerga de los gitanos españoles (caló) significaba conversar. En el lunfardo, adquirió la connotación de hablar con picardía o con fines de seducción o engaño.
- Apolillar: Esta expresión para referirse a dormir proviene del napolitano “appollaiare”, que describe el acto de que las gallinas se acomoden en el gallinero (“pollaio”) para dormir.
- Bondi: Deriva del portugués brasileño “bonde”, que designaba al tranvía. A su vez, proviene del inglés “bond”, en referencia al bono o pasaje para viajar. En el Río de la Plata, la palabra comenzó a usarse para los tranvías y luego para los colectivos.

- Mina: Aunque su origen exacto es debatido, una teoría señala que proviene del siciliano “minna” (pecho o mama), usado para referirse a la mujer. Otra interpretación la vincula con el concepto de “mina de oro”, en un sentido peyorativo dentro del mundo prostibulario.
- Morfar: Deriva de la palabra italiana “morfa” (boca) y también del verbo francés “morfer”, que significa comer con voracidad. En Argentina, quedó como sinónimo coloquial de “comer”.
- Chabón: Proviene de “chambón”, palabra usada en España para referirse a alguien torpe o poco hábil. En el lunfardo, la palabra mutó en su significado y hoy es común para referirse informalmente a un varón.
- Fiaca: Su origen está en el italiano “fiacca”, que significa flojedad o debilidad. En la jerga rioplatense, se utiliza para describir la pereza o la falta de ganas de hacer algo.
De la marginalidad al lenguaje popular
Lo que comenzó como una jerga marginal, terminó por integrarse al habla popular de millones de personas. El lunfardo, lejos de desaparecer, sigue vivo y en evolución. Palabras que nacieron en los conventillos, en las cárceles o en las calles de Buenos Aires, hoy forman parte del lenguaje de generaciones enteras en Argentina y Uruguay.
Y aunque muchas veces no reparemos en su origen, conocer de dónde vienen estas expresiones es también una forma de comprender nuestra historia, nuestra identidad cultural y la riqueza del castellano rioplatense.